domingo, 20 de noviembre de 2011

¿Hasta cuándo?

De todo por lo que había luchado ya no quedaba nada, solo cenizas y cicatrices. No estaba segura de poder superar todo lo acontecido. Me sentía derrotada, la batalla logró vencerme. Me sumergía en el abismo de la soledad… Gracias a Nizzaye logré salir nuevamente adelante.
 
El destino empezó a tener otro rumbo para nosotros (los indígenas), ya que el país estaba en crisis y su prioridad ya no eran los indios, sino la estabilidad de México, y los ciudadanos se habían hartado de ellos. No estaban dispuestos a que permanecieran un minuto más en sus casas. Las personas que se suicidaron y las otras que eran asesinadas fueron llevadas a un terreno baldío donde los quemaron a todos…

A los sobrevivientes los dejaron libres. Decidieron regresar a su pueblo natal para olvidar todo lo que sufrieron. Lo único que pudieron recuperar fue sus chozas. Una vez estando ahí el Gobierno les dio la oportunidad de trabajar en las siembras porque necesitaban de esas cosechas para su exportación y poder recuperarse de la crisis. Recibían cincuenta pesos cada tercer día. Era una miseria. No les alcanzaba para nada, si acaso para tortillas o frijoles. Los niños no asistían a la escuela, ayudaban en la siembra y en las labores domésticas. Así trataban de subsistir.

Nosotras también regresamos a la Sierra Juárez, ya que no teníamos nada más que hacer en este país. Sabíamos que sería algo difícil, pero el tiempo que estuve trabajando con Andrés, junté suficiente dinero, y con esto podríamos vivir cómodamente, por lo menos sin tantas carencias. Después de dos años me enamoré. Fueron ocho años de felicidad a lado de Yaba. Decidimos no tener hijos, ya que no queríamos que fueran discriminados. Por otra parte, él falleció a causa de un tumor en la cabeza…

Han pasado 40 años de aquella hecatombe. Aún lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Considero que esto nunca tendrá fin, ya que es lamentable ver cómo está discriminación hacia nosotros continúa, pues en pleno siglo XXI la pérdida de nuestra lengua es aceptada por muchos de los padres para evitar que sus hijos sean rechazados; principalmente los niños y jóvenes han perdido su habla materna para incorporarse rápidamente a estereotipos de vida que surgen de la imitación y de programas televisivos.

Nosotros somos un grupo importante de la migración hacia Estados Unidos y Canadá. Tenemos características muy distintas con respecto a nuestros paisanos mestizos y blancos. Aunque los estadounidenses nos llaman “latinos”, nosotros rechazamos que se nos ponga una etiqueta con la que no tenemos ningún vínculo racial. Nosotros argumentamos que estamos emparentados más bien con los propios estadounidenses y no con los mestizos y blancos latinoamericanos descendientes de países mediterráneos.

Ellos son participantes de nuestras fiestas y tradiciones en nuestros pueblos natales. No solo mandan remesas para construcción de viviendas, sino que también financian para las actividades comunitarias como el Tequio o fiestas religiosas; muchos de ellos regresan a México en fechas importantes y después vuelven a cruzar hacia Estados Unidos. Generalmente buscamos trabajos relacionados con actividades agrícolas, pesqueras o ganaderas, ya que es muy importante entender el lazo con la tierra y la naturaleza de nuestros pueblos mexicanos.

Algunos sufren burlas y rechazo de nuestros propios paisanos mexicanos que no son indígenas; muchas veces no logran compaginar con la forma de vida estadounidense o chicana y, a causa del desconocimiento de las leyes de este país han creado conflictos culturales, o de comportamiento como la venta o entrega de sus hijas a cambio de productos u objetos.

A pesar de que, después de la catástrofe, se generaron muchas instituciones que  protegen los derechos humanos de los pueblos indígenas. Aún persiste una educación racial en México del siglo XXI. Muchas comunidades indígenas siguen siendo víctimas de abusos e invasión de sus propiedades por otros mexicanos. Debido a la discriminación de la que somos objeto y al despojo de nuestras tierras por los rancheros apoyados por el Gobierno del estado de Baja California. Los kiliwas han hecho un pacto de muerte dentro de su comunidad; este pacto declara que ninguna mujer kiliwa traerá un hijo más al mundo. Acabando así con este pueblo y su sufrimiento para siempre. Qué triste es saber que países como Estados Unidos y Canadá acepten nuestras culturas, y un mexicano sea quien más nos rechace.

Es importante hacer hincapié en que “En tiempo de la guerra de la independencia de 1810 encabezada por el padre Hidalgo, somos los indígenas que más sangre dimos por la independencia y libertad de nuestra patria. Pero después de esa guerra de independencia y de libertad nosotros seguimos ocupando el mismo lugar de esclavos, de pobres, de humillados y olvidados. Se ignoraron la sangre de nuestros caídos y la existencia de los que sobrevivieron. Entonces no hubo libertad ni independencia de los indígenas, solo se cambiaron de amos y señor. Luego aconteció la revolución de 1910; también fuimos los indígenas y campesinos los que más sangre y vida dimos por tierra y libertad porque fueron nuestros hermanos (indígenas y campesinos) los que pelearon con valentía y heroísmo, sin temor a perder más que la propia vida. Pero después de esa revolución tampoco hubo tierra ni libertad para los indios. Nuevamente se olvidaron de nosotros”.

Sé que moriré sabiendo que tal vez nunca habrá igualdad para nosotros, pues ahora soy una anciana decrépita, sin fuerzas. Estoy postrada en esta cama sin poder moverme a causa de un golpe en la cadera, en respuesta a una caída que sufrí hace tres años. Las personas que me han cuidado todo este tiempo han sido mis ahijados (los hijos de Nizzaye). Ya no quiero sufrir más. Debido a la inmovilidad y a mi envejecimiento, mi piel se regenera más lento. La unión de células en la epidermis y la disminución del riego sanguíneo en la dermis provocan que salgan úlceras por presión (llagas). He decidido que me pongan la inyección letal porque este sufrimiento con el paso de los días se vuelve más atroz. Mis ahijados no están de acuerdo, pero es mi última decisión.

Ha llegado el momento. Hoy dejaré de sufrir y aquellos recuerdos de la catástrofe se sepultarán junto conmigo. Me han inyectado, poco a poco siento como voy perdiendo la respiración y el conocimiento.
(Final)

domingo, 13 de noviembre de 2011

Atrocidad

Las tres noches que planeamos para trasladarnos a la casa de Panchita logramos que nadie nos descubriera. Ella no tenía a nadie a su mando, puesto que la mayoría de las familias indígenas ya tenían dueño, aunque no todos los indios llegaron al D.F., debido a que al Gobierno no le convino de cierta forma traer a todos los mugrosos porque la economía empezaba a debilitarse; por otro lado, ¿Quién iba a recoger las cosechas para que los ciudadanos tuvieran sus alimentos? 

A pesar de que no vinieron a la capital, no se salvarían de ser maltratados. Con lo único que contaban era con su choza. Los hombres se dedicaban a la siembra pero no recibían pago. Las mujeres y niños tenían que permanecer en sus pequeñas casas. No contaban con electricidad, tenían escasez de agua y de alimento; en muy pocas ocasiones comían solo tortillas, o a veces frijol y algunos días ni probaban bocado. Vivian en pésimas condiciones. Los hombres ni siquiera rendían en las cosechas, los niños se enfermaban seguido. En tiempo de frío incrementaban las muertes en la sierra, ya que morían de hipotermia…

La situación en el D.F. era similar. Algunas familias les quemaban las manos a los indios con cigarrillos o cerillos, o dejaban caer la cera de las velas hasta que se terminara, por el simple hecho de no hacer las cosas adecuadamente. Había días que los dejaban sin comer o les daban la comida echada a perder. En efecto: no podían salir a las calles. Cuando se enfermaban, los dejaban morir…

La familia de mi amiga Nizzaye no tuvo la fortuna de escapar de las manos de los capitalinos. Ellos estaban con la familia Bermúdez. Eran siete miembros. Cada uno tenía sus respectivas tareas. A la mamá de mi amiga le tocaba todo lo relacionado con la cocina. A la hora de la comida tenía que servir la mesa; al probar bocado, si no era de su agrado, se lo escupían en la cara, le tiraban las cacerolas repletas de comida hirviendo y, no conforme con esto, la golpeaban. Así era cómo los trataban a todos. Si las cosas no les parecía a la familia, los humillaban, los insultaban, los martirizaban, les decían de groserías, hacían que sus labores las repitieran y eran golpeados con un látigo.

Cada día que pasaba era un infierno para las familias indígenas. Ya no podían más. Todos los días deseaban ya no amanecer. En ocasiones pensaban en quitarse la vida. Nos preguntábamos ¿Qué será más cruel, que te arrebaten la vida de inmediato o que sea lentamente? Así lo estaban haciendo los ciudadanos del D.F.

Se sumergían en un abismo de desesperación, depresión y ansiedad. Ya no tenían fuerzas para vivir. En lo único que pensaban era en la muerte. No querían sufrir más. Algunos indígenas decidieron quitarse la vida. Se suicidaban ahorcados, se cortaban las venas, tomaban veneno, pastillas o alguna sustancia tóxica. Otros indios eran asesinados por las familias porque ya estaban hartos de soportarlos y con el paso del tiempo ya no estaban dispuestos a seguirlos tolerando… No podía creer lo que estaba pasando con mi gente. Me invadía una gran tristeza.

A cuatro meses de estas atrocidades. El 15 de septiembre fue un día gris. Se supone que tenía que ser un día de festejo por el motivo de las fiestas patrias; todos nos encontrábamos en la sala viendo la televisión y, ansiosos esperando el grito de independencia. En ese instante tocaron a la puerta. Al momento de abrir, la señora Panchita recibió un impacto de bala en la cabeza. Al escuchar el disparo se oyó un silencio abrumador. Al ver que seis tipos armados entraron a la casa, gritamos de miedo. Uno de ellos apuntándonos a todos, nos dijo: “Nadie se mueva si no obedecen se los lleva la chingada…”. Aquel tipo me tomó de los cabellos, apuntándome en la sien, me dijo: “Creíste que te habías salvado, Yerine. Solo esperábamos el momento oportuno para acabar contigo…”.

Cada una de esas palabras retumbaba en mi mente. Había entrado en shock. Otro disparo al aire me hizo regresar a la realidad. Mi familia llorando de angustia y a la vez de impotencia. Tanto ellos como yo estábamos asustados. Uno de mis hermanos intentó abalanzarse contra uno de ellos, pero el tipo que me sujetaba le disparó en  la espalda. Nuevamente, se oyeron gritos de desesperación. Temía tanto morir asesinada y que mi familia saliera lastimada, que le supliqué que no nos hicieran daño, que fue un error el haber pensado en un mejor futuro para nosotros... Nada de lo que decía yo, era suficiente; en ese momento amartilló el arma, era mi fin… Se quedó un segundo pensando y dijo: “Sería mejor terminar con toda tu mugrosa y asquerosa familia, pero a ti no. Sufrirás más al ver cómo te quedas sola…”. ¡No! ¡Por favor no lo hagan! Acaben conmigo, la única culpable de todo esto fui yo. No tuvieron piedad de mí ni de mi familia. Comenzaron a balear a cada uno. Al terminar de masacrar a toda mi familia, los seis tipos se largaron y una risa malévola fue lo último que escuché. Fue atroz presenciar la muerte de mi familia. Consiguieron acabar conmigo. Estoy muerta en vida… Tenía una crisis nerviosa, no podía dejar de llorar, me sentía culpable por lo que les había pasado. En lo único que pensaba era en matarme; no tenía sentido seguir viviendo.

En el momento en que estaba a punto de quitarme lo que quedaba de mi vida, entró Nizzaye derrotada y con las mismas heridas. Me dijo: “Amiga, qué estupidez vas a cometer. No vale la pena quitarse la vida por todo lo que hemos sufrido. Yo también he quedado sola. De igual manera me arrebataron a mi familia. Logré escapar por eso estoy aquí, para que ambas salgamos adelante. Yo también quería morir, pero las últimas palabras de mi padre me hicieron reflexionar. Vámonos lejos donde nadie nos pueda encontrar. Tenemos el derecho de empezar una nueva vida…”.
(Final)

domingo, 6 de noviembre de 2011

Impotencia

Al saber la noticia, mis ojos se llenaron de lágrimas. En mi mente se iban construyendo escenas atroces y lúgubres. Temía por su vida, ya que nuestra relación se fue acrecentando con el paso de los meses; empecé a tomarle cariño y aprecio porque lo veía como un padre. De inmediato le marqué a su esposa Sofía para saber si tenía noticias o si los secuestradores se habían comunicado con ella. Lo único que me dijo fue que no había recibido ninguna llamada, pero sí recibió un sobre con fotos en las que se apreciaba a Andrés golpeado brutalmente y con un mensaje: “Le advertimos que no se inmiscuyera con los indígenas…”. Esa misma noche tomé el primer vuelo con destino a México.

Pasaron dos días de angustia, desesperación e incertidumbre de no tener noticias de Andrés. El 3 de marzo fue encontrado el cuerpo sin vida de AMLO a las orillas de la carretera México-Cuernavaca. El cuerpo se hallaba  descuartizado en una bolsa negra. Fue una gran pérdida. Nunca me imaginé que ser tan tenaz y buscar una mejor vida para los indígenas fuera a terminar en una catástrofe.

A la semana de haber sido asesinado tuvieron que convocar a nuevas elecciones y esta vez ganó Peña Nieto. Al tomar posesión externó las condolencias por lo sucedido con AMLO. Pero él compartía las mismas ideologías que los capitalinos de desaparecer a todo indio como diera lugar.

Para poder cumplir con la exterminación de todo indígena, les hizo creer que seguirían abiertos los institutos y que las normas se seguirían respetando. Cosa que no era cierto, ya que fue planeado para que así los indígenas pudieran ser presa fácil, debido a que son personas ignorantes e ingenuas.

A 15 días de gobernar, ordenó destruir todos los institutos y eliminar toda ley a favor de los indígenas. Asimismo, decretó nuevas reformas, las cuales indicaban que cada familia indígena tenía que estar al mando de las familias capitalinas. Realizarían todas las labores de la casa, pero sin goce de sueldo. No tendrían derecho de salir a las calles. Tampoco gozarían de servicio médico, entre otras tantas… Los indígenas desconocían lo que estaba haciendo Peña Nieto, los únicos que tenían conocimiento eran los capitalinos y por supuesto toda autoridad política.

Lo que planeaba hacer Peña Nieto es dar a los ciudadanos el privilegio de exterminar a cada uno, pero todo sería con cautela. Como era bien sabido, los mestizos odiaban y les repugnaba el tan solo escuchar la palabra indígena. A principios de abril cada ciudadano se iba haciendo cargo de los indígenas. Para poder traer a los demás indios radicados en los estados de la república, argumentaron que los capitalinos requerían la ayuda de ellos para realizar labores domésticas con atractivo sueldo y buenos tratos. Al no tener conocimiento de lo que harían con ellos, estos aceptaron y se vinieron a la capital. El Gobierno iba asignando a cada familia indígena con las familias capitalinas.

Por mi parte no podía hacer nada, ya que a la muerte de Andrés me habían amenazado por correo electrónico diciendo: “Así como terminó AMLO, terminará toda persona que siga con la estúpida idea de apoyar a los pinches indios mugrosos. Y no descansaremos hasta exterminar toda esta basura… Yerine, no creas que te has salvado, serás la próxima. Deja que te encontremos…”.

Al saber lo que decía el mensaje volvió la misma angustia y temor. No sabía que hacer ante semejante situación, tenía miedo. No quería morir asesinada. Un impulso me ordenaba huir de inmediato con mi familia, para protegernos de la atrocidad que estaba por comenzar. El saber que siempre quise buscar un mejor futuro para los indígenas, no podía dejar que terminaran con ellos. Pero era demasiado tarde porque empezaban a capturarlos. Por lo tanto, no tenía otra alternativa más que huir con mi familia y buscar un refugio para que no dieran con nosotros. Por lo pronto nos encontrábamos en la casa que me había ofrecido Andrés. Estábamos escondidos en el cuarto de los trebejos.

La única persona que podía ayudarnos era la señora Panchita. Estaba segura de que ella no me abandonaría y que juntos lograríamos encontrar una solución a todo esto. En la madrugada decidí ir a buscarla a su casa. Eran las tres de la madrugada cuando llegué. Tardó en abrirme y al verme, me recibió con amabilidad. No era necesario que le platicara lo que estaba sucediendo con nosotros y se imaginaba el porqué de mi visita. Aceptó que toda mi familia y yo nos quedáramos en su casa, aunque tanto ella como nosotros corríamos peligro, puesto que ningún mestizo podía estar en contra de lo que había decretado el presidente. Para no ser descubiertos, todos nos trasladaríamos a la casa de la señora Panchita en la madrugada, pero tuvo que ser en tres noches, puesto que éramos 27 miembros de la familia…

Todo este tiempo radicando en la ciudad había sido de obstáculos, fracasos, sufrimientos, discriminación... De alguna manera había sabido enfrentarlos y ser persistente. Pero no estaba segura de que esta vez fuera ser lo mismo. No me sentía con las mismas fuerzas. Todas las posibilidades se habían agotado. Ahora era todo lo contrario con lo que algún día había creído…
(Final)

domingo, 30 de octubre de 2011

Mucha belleza para ser cierto

El primero de diciembre fue un día agobiante, puesto que Andrés Manuel López Obrador tomaría la presidencia. Al dirigirnos al Palacio Nacional, íbamos con miedo de tan solo pensar que podíamos ser asesinados. A cada instante sentía un escalofrío que recorría por todo mi cuerpo, las manos me sudaban, las piernas me temblaban. Era una zozobra atroz.

Por fin llegamos al Palacio Nacional, donde nos esperaba la prensa y todos los miembros de la política. Por más que Andrés trataba de apaciguarse, reflejaba en su mirada el temor de ser asesinado en ese momento. Pero gracias a Dios, no fue así. Se llevó a cabo la ceremonia y fue oficialmente nombrado presidente de la república. Al ver que todo salió como se esperaba, nos sentimos tranquilos y el miedo que sentimos se desvaneció por completo.

Continuamos con lo que se había planeado anteriormente. Por primera vez pasé una Navidad y un Año Nuevo alegre, sin carencias, sin preocupaciones. Conforme transcurrían los días, se iba cumpliendo cada propuesta. A cinco meses de la construcción de los institutos, se fueron inaugurando cada uno con el nombre de Rayo de Luz.

Mi familia estaba feliz, pues contarían con la ayuda de los institutos, podrían continuar con sus estudios y ser personas cultas, entre otras cosas. A mediados de enero del 2013 los capitalinos organizaron marchas, mitin, huelgas y todo lo necesario para que el presidente renunciara a lo que estaba haciendo por los indígenas. Él estaba convencido de que no iba a debilitarse ante nada, y siendo el presidente tenía la última decisión.

Al ver que Andrés seguía en favoritismo con los indígenas, nuevamente recibimos una amenaza, decía lo siguiente: “Esta es la segunda advertencia. No es conveniente estar a favor de los indios. Sobre advertencia no hay engaño, así que vete con cuidado…”. Creíamos que no se atreverían a tal atrocidad, ya que si no lo hicieron antes de que tomara la presidencia, menos a estas alturas del partido.

A pesar de haber recibido la amenaza, seguíamos con nuestros objetivos. Notábamos la respuesta y felicidad por parte de los indígenas y veíamos que todos los días asistían a los institutos a pedir asesorías, a tomar sus clases, ir al servicio médico o a los diferentes talleres que se impartían, entre otras actividades recreativas.

Estaba previsto, que cada mes tendría que viajar a los estados para llevar cierto control y verificar que las cosas se estuvieran haciendo correctamente. Realicé mi primera visita al instituto de Oaxaca a finales de febrero. Todo iba en orden…

Esa noche tenía pensado salir a caminar por el jardín del hotel, pero me sentí indispuesta. Por lo tanto, me recosté en la cama a ver una película; justo cuando prendí la televisión estaba en las noticias. Por un momento me detuve en ese canal porque me llamó la atención un reportaje. En cuanto terminó, se enlazaron los noticieros de México para dar la noticia del año: “El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, fue secuestrado esta tarde al salir de los pinos. Se dirigía al Comité Nacional. Ubicado en la calle Benjamín Franklin, colonia Escandón, en la Ciudad de México. Aún no se sabe el motivo de este atentado. Seguiremos al pendiente…”.
(Final)

domingo, 23 de octubre de 2011

Algo inesperado

Se llevaron a cabo las votaciones en julio del mismo año. Por obvias razones, quería que ganaran los del PRD. Al día siguiente se dieron los resultados de dichas elecciones y, para mi sorpresa, ¡el nuevo presidente fue Andrés M. López Obrador! ¡No lo podía creer! Era algo inesperado. Al saber la noticia, nos llenaba de júbilo pensar que todo iba ser a nuestro favor y que por fin reconocerían nuestros derechos. Obviamente, a la gente de la capital no le agradó la idea porque sabía que él ya no iba a permitir la discriminación hacia nosotros.


En agosto, el presidente electo me ofreció trabajo en su despacho, por supuesto, acepté de inmediato. Era una gran oportunidad para crecer profesionalmente, poder dar una vida mejor a mi familia y, sobre todo, ayudar a mi gente…

Desde ese momento se trabajó en una serie de reformas, para establecer nuestros derechos. AMLO decidió construir, en agosto, instituciones para ayudar a los indígenas y que estos tuvieran nuevas oportunidades… Estos institutos se ubicaban en cada estado de la república y en el Distrito Federal. Asimismo, se plantearon las siguientes leyes: 

Toda persona proveniente de los pueblos indígenas tendrá los mismos derechos que un ciudadano del Distrito Federal.

No serán excluidos ni rechazados, por ninguna persona, entidad pública o privada en el Distrito Federal o en algún estado de la república.

Se brindará apoyo a las personas de bajos recursos y asesorías referentes a los derechos otorgados.

Contarán con escuelas en buen estado y con un alto nivel educativo. Amén de sus idiomas, se enseñará la lengua castellana.

Las personas que fueron despojados de sus tierras, contarán con una manutención alimenticia cada mes.

Entre otras tantas…
Aquella persona que viole estas normar será sancionada ante el juez cívico de lo penal. Además, dependiendo la gravedad de la falta, serán de 5 a 20 años de prisión.

Para nosotros era una fortuna saber que por fin íbamos a ser respetados por todos, y nos tratarían como iguales. Pensábamos que desde ese día, todo sería miel sobre hojuelas y nos aguardaría una mejor vida. Los capitalinos no estaban de acuerdo, porque ya no iban a poder insultarnos, explotarnos, humillarnos, etcétera. Por un momento no podía creer que la gente no se opusiera a este cambio tan repentino. ¡Era algo muy extraño! 

Transcurrieron dos meses de tranquilidad y de paz. Disfrutaba mi trabajo; saber que mi familia podía vivir con comodidades. Y también, estaba ayudando a mi amiga Nizzaye a superarse, pues ella no había corrido con la misma suerte que yo. La trataban pésimo.
 
Con el paso de los días, Andrés empezó a tener consideraciones conmigo, y pronto me convertí en su mano derecha. En el mes de noviembre empezamos a recibir amenazas de muerte, las cuales decían que sí seguía a favor de los indios mugrosos, en cualquier momento sería acribillado. De igual manera estaban de por medio nuestras familias.


Fue un mes de intranquilidad, pues salíamos a las calles con temor de ser asesinados. Cada segundo, cada minuto, cada día que pasaba era una pesadilla; un tormento vivir con miedo y angustia; a cada momento pensaba en mi familia. En lo particular era incómodo tener a una persona cuidándome las 24 horas, sin tener un momento de privacidad; además, en casa también teníamos personal de seguridad. En el caso de Andrés era la misma cuestión.

A pesar de esta angustia que nos carcomía por dentro, confiábamos en Dios y en que todo saldría bien. Tanto Andrés como yo éramos personas tenaces, ya que estábamos seguros de que solo eran simples amenazas y de que nadie iba a impedir que él cambiara el destino de México...

(Final)

domingo, 16 de octubre de 2011

Una etapa más

Al caminar por las calles y ver como insultaban a los de mi raza, sentía una gran impotencia de no poder hacer nada por ellos. Por lo menos no en ese momento, pues no contaba con los medios necesarios; no obstante, estaba segura de que todo iba a cambiar cuando fuera una gran licenciada.

A principios del 2012 surgieron rumores de que se generarían nuevas leyes, para bien de los ciudadanos de la capital, pero no para los provenientes de los pueblos indígenas. No sabíamos que iba a pasar con nosotros. Me invadía el miedo, tan solo de pensar que irían en contra de los indígenas…

La incertidumbre duró dos meses, puesto que la Suprema Corte de Justicia decidió aplazarlas. Esta consideraba que sería más factible esperar las elecciones del mismo año, para que el nuevo presidente diera el último decreto. Asimismo, iban a considerar si era conveniente aplicarlas. Esta noticia fue un suspiro para todos nosotros, y una esperanza para mí: finalmente me graduaría.

Por fin llegó el día tan inesperado. El 3 de abril del 2012 me recibí como licenciada en Derecho. Se supone que tenía que ser un día importante, pero no fue así, ya que los alumnos y los padres de familia seguían inconformes con el hecho de que una india haya estudiado en una escuela de prestigio y, no conforme con esto, solicitaron la restricción para que ningún indígena ingresara a la universidad, puesto que no iban a soportar a toda mi detestable raza. Por esta razón, la única persona que pudo acompañarme fue la señora Panchita. Gracias a ella, logré cumplir mis sueños tan anhelados, lo cual le agradezco demasiado. Lo único que me queda es seguir en busca de más logros y la oportunidad de ejercer mi profesión.

Sentía temor porque estábamos a tres meses para las elecciones del 2012. Para nosotros los indígenas significaba un miedo inexplicable, ya que teníamos duda de saber qué iba a pasar con aquellas leyes. ¿Entrarán en vigor? ¿Qué tanto nos afectarán? ¿En qué consistirán?... todas estas interrogantes nos inquietaban. Los candidatos a la presidencia eran Peña Nieto (PRI), Fabio Beltrones (PRI), Josefina Vázquez Mota (PAN), Santiago Creel (PAN), Marcelo Ebrad (PRD) y Andrés M. López Obrador (PRD). Como siempre, todos te prometen el cambio por México, disminuir la pobreza, crear igualdad, etcétera.

Por lo pronto, sabía que tenía que seguir con mi vida, siempre y cuando no las autorizaran. En esos meses estuve en busca de trabajo y en todos lados me cerraban las puertas. A pesar de todos los conocimientos y buenas calificaciones, una vez más, no los convencía por mi aspecto. Ya estaba harta de toda esta situación; no podía con esta impotencia e injusticia hacia nosotros. Decidí enviar una petición a los candidatos para que generaran reformas a favor de los pueblos indígenas. He hice hincapié de que no autorizaran aquellas leyes promulgadas por el anterior Gobierno, las cuales nos afectarían mucho.

Los únicos que respondieron a mis peticiones fueron Marcelo Ebrad y Andrés M. López Obrador. Indicaron que iban a tomar en cuenta la discriminación generada hacia los indígenas. AMLO externó que ―si ganaba las elecciones de este año―, su objetivo primordial sería evitar a toda costa decretar las leyes que nos perjudicaban, y generaría nuevas legislaciones a nuestro favor… Al ver lo que externaba el candidato tenía esperanzas de que así fuera…
(Final)





domingo, 9 de octubre de 2011

Un cambio radical

Con ayuda de algunos nativos provenientes de otros estados como Veracruz, Puebla, Guerrero, etcétera, pudimos hospedarnos. Gracias a ellos aprendimos hablar castellano. Nos dedicábamos a la venta de nuestras artesanías.

Los primeros tres años fueron difíciles. Nos seguían discriminando, nos trataban como perros. Mi familia deseaba regresar a nuestro pueblo, al igual que los demás grupos indígenas. Por lo menos, allá teníamos una vida tranquila: nadie nos ofendía.

Por el trato que recibimos al llegar a la ciudad, creíamos que nuestra presencia le repugnaba a toda la gente del Distrito Federal; sin embargo había mestizos que nos aceptaban. Cierto día, llegó una señora elegante, sencilla y muy amable a comprar un jarro de barro y una bolsa tejida a mano. Ella regresó a los pocos días, pero esta vez a ofrecerme trabajo de sirvienta en su casa. Al principio me dio desconfianza. Estaba a punto de rechazar la propuesta, ya que el empleo implicaba irme a vivir con ella. No me sentía muy convencida porque no quería dejar a mi familia. Mi mamá empezaba a enfermar, y mis hermanas comenzaban hacer su vida; por otro lado, no tenía alternativa, pues el dinero ganado en la venta no era suficiente.

Hacía todas las labores domésticas. La señora Panchita solo tenía un hijo, que vivía en Canadá. De vez en cuando iba a visitarla. Con el paso del tiempo me iba teniendo confianza y cariño. Como ella veía las ganas que tenía de superarme, me ofreció estudiar la secundaria y la preparatoria abierta.

En un principio, nadie me aceptaba por ser oriunda de la Sierra Juárez, hasta que encontramos una escuela particular, y con tal de recibir las cuotas no importaba mi origen. Además, asistía cada tercer día y me impartían clases en privado, para evitar conflictos con la gente. A los 25 años había concluido la secundaria y preparatoria. Me faltaba algo muy importante: la universidad. Decidí estudiar la licenciatura en Derecho para poder ayudar a las personas de escasos recursos y, sobre todo, defender nuestros derechos como ciudadanos.

Una y otra vez se iba repitiendo la misma historia de ser rechazada por mi apariencia. Concursaba para toda escuela pública o privada. Esta vez fue más difícil porque nadie me admitía. La señora Panchita no iba a permitir esa injusticia, y la única opción era ofrecerle a la escuela una cantidad generosa cada año. De esa manera, la Universidad Autónoma Metropolitana aceptó. Y eso que su lema dice: “Casa abierta a toda persona, que quiera superarse, sin que importe la raza”. ¡Algo contradictorio!

Estaba muy emocionada al saber que estudiaría una licenciatura. Aunque no me agradó la manera en que fui aceptada, sabía que empezaba una nueva etapa en mi vida. El primer día de clases los alumnos no se me acercaban. A pesar de que ya no vestía mi huipil (blusa de manga corta) y enagua (falda larga y ancha), y aún con el hecho de haber cambiado un poco de apariencia, se notaba mi origen. A causa de eso, los padres de familia hicieron huelga afuera de la universidad, pues no estaban de acuerdo que una india tuviera derecho a una escuela. Para ellos era aberrante que sus hijos estuvieran rodeados de una india mugrosa.

El director tuvo que dar la cara y explicarles por qué fui aceptada. Él argumentó que tenía que respetar el lema de la institución, pero a los padres de familia no les fue grata la excusa. Por tal motivo, hubo quienes decidieron salirse de la universidad para irse a otra pública o privada. Para la escuela no era pérdida, puesto que sabían que contaban con la cuota anual. Lamentablemente, no todos los alumnos tenían la fortuna para solventar una escuela privada, y no les quedó de otra más que seguir estudiando a lado de esa india…

(Final)

domingo, 2 de octubre de 2011

En busca de una oportunidad

Soy originaria de un pueblo indígena zapoteca de la Sierra Juárez, en donde no somos tomados en cuenta. La gente nos desprecia porque a diferencia de ellostenemos otro tipo de educación, costumbres, idioma, etcétera.

Aún recuerdo cuando era Ba'du' (niña). Me gustaba jugar con misBizaanaca'(hermanas) en los campos, ir al río, hacer muñecas de trapo, tejer bolsas o rebosos y elaborar artesanías con barro. En especial me encantaba ayudar a mi Apa'(papá) con la siembra de chile, frijol y, lo más importante, maíz. Era significativo darle un buen cuidado a la cosecha para que esta fuera enviada a la ciudad. También me divertía mucho con mi mejor Bichi (amiga) Nizzaye. Nos pasábamos horas jugando lo tradicional como el burro castigado, la víbora de la mar, la roña o con nuestros juguetes como el trompo, el balero, el yo-yo, las canicas, la matatena y el papalote. Tanto su familia como la mía se llevaban bien... En mi infancia fui feliz: me encantaba hacer todo eso. Era una vida tranquila, pues disfrutaba de la naturaleza, el ir y venir descalza o solo con un par de huaraches. Mi familia siempre estaba muy unida; tratábamos de apoyarnos en todo.

Recuerdo lo soñadora que siempre fui, pues mi mayor ilusión era seguir con mis estudios, ya que en aquellos pueblos el único nivel que se cursaba era la primaria, solo para aprender a leer y escribir. Una vez concluida, te dedicabas a seguir trabajando en el campo. A las mujeres nos seguían educando nuestras madres, con el fin de servirle al marido y tener hijos. No estaba muy de acuerdo con aquellas ideologías. A pesar de contar con un solo nivel educativo, mi visión siempre iba más allá… Sabía que mi único objetivo era estudiar y, si era posible, cambiar algunas cuestiones en aquellos pueblos indígenas.

Todavía tengo presente aquel día en que mi Apa' (papá) se enfermó; al no contar con suficientes recursos ―por vivir en zona rural―, era difícil ir al centro de Oaxaca: no nos querían por ser indígenas, y nadie entendía nuestro dialecto. A causa de lo anterior, falleció mi Apa'. Con el paso del tiempo las cosas se iban complicando, debido a que no teneníamos un jefe en la familia, la gente se aprovechaba de uno. Cada vez que iba el ministro (según, a ofrecernos ayuda), terminaba por robarnos parte de nuestras tierras. Cada día que iba pasando, tanto nuestras hectáreas como la de los demás se reducían. Llego un día en que ya no teníamos nada.

Pasábamos hambre. Nuestras casas solo eran de madera en las cuales se colaba el frio. Solo contábamos con dos o tres cobijas y nuestra gran estufa de leña. Por lo menos, antes de que nos despojaran de nuestras propiedades, teníamos para comer, ya que de las cosechas nos alimentábamos; a consecuencia de esa injusticia tuvimos que emigrar a la Ciudad de México.
Pero no solo era mi familia, sino que también la de Nizzaye, y otras más tuvieron que venir a la ciudad. Nos dirigíamos solo con la ilusión de buscar mejores oportunidades y con la ingenuidad de ser aceptados…

Por un momento pensamos que iba ser fácil conseguir una estabilidad, pero no fue así. Una vez que llegamos la gente nos veía con desprecio, rencor, nos insultaban. Aún suenan esas palabras en mis oídos: “¡Oh! ¡No! ¡Ya no más indios en nuestro país! ¡No los queremos aquí! ¡Deberían de estar en su mugroso pueblo!, pues solo vienen a contaminar.” En ese momento nos sentimos humillados. Nunca imaginamos que nos tratarían de esa manera en nuestro México. Simplemente buscábamos una igualdad porque al ser indígenas tenemos los mismos derechos que cualquier persona…

(Final)