domingo, 23 de octubre de 2011

Algo inesperado

Se llevaron a cabo las votaciones en julio del mismo año. Por obvias razones, quería que ganaran los del PRD. Al día siguiente se dieron los resultados de dichas elecciones y, para mi sorpresa, ¡el nuevo presidente fue Andrés M. López Obrador! ¡No lo podía creer! Era algo inesperado. Al saber la noticia, nos llenaba de júbilo pensar que todo iba ser a nuestro favor y que por fin reconocerían nuestros derechos. Obviamente, a la gente de la capital no le agradó la idea porque sabía que él ya no iba a permitir la discriminación hacia nosotros.


En agosto, el presidente electo me ofreció trabajo en su despacho, por supuesto, acepté de inmediato. Era una gran oportunidad para crecer profesionalmente, poder dar una vida mejor a mi familia y, sobre todo, ayudar a mi gente…

Desde ese momento se trabajó en una serie de reformas, para establecer nuestros derechos. AMLO decidió construir, en agosto, instituciones para ayudar a los indígenas y que estos tuvieran nuevas oportunidades… Estos institutos se ubicaban en cada estado de la república y en el Distrito Federal. Asimismo, se plantearon las siguientes leyes: 

Toda persona proveniente de los pueblos indígenas tendrá los mismos derechos que un ciudadano del Distrito Federal.

No serán excluidos ni rechazados, por ninguna persona, entidad pública o privada en el Distrito Federal o en algún estado de la república.

Se brindará apoyo a las personas de bajos recursos y asesorías referentes a los derechos otorgados.

Contarán con escuelas en buen estado y con un alto nivel educativo. Amén de sus idiomas, se enseñará la lengua castellana.

Las personas que fueron despojados de sus tierras, contarán con una manutención alimenticia cada mes.

Entre otras tantas…
Aquella persona que viole estas normar será sancionada ante el juez cívico de lo penal. Además, dependiendo la gravedad de la falta, serán de 5 a 20 años de prisión.

Para nosotros era una fortuna saber que por fin íbamos a ser respetados por todos, y nos tratarían como iguales. Pensábamos que desde ese día, todo sería miel sobre hojuelas y nos aguardaría una mejor vida. Los capitalinos no estaban de acuerdo, porque ya no iban a poder insultarnos, explotarnos, humillarnos, etcétera. Por un momento no podía creer que la gente no se opusiera a este cambio tan repentino. ¡Era algo muy extraño! 

Transcurrieron dos meses de tranquilidad y de paz. Disfrutaba mi trabajo; saber que mi familia podía vivir con comodidades. Y también, estaba ayudando a mi amiga Nizzaye a superarse, pues ella no había corrido con la misma suerte que yo. La trataban pésimo.
 
Con el paso de los días, Andrés empezó a tener consideraciones conmigo, y pronto me convertí en su mano derecha. En el mes de noviembre empezamos a recibir amenazas de muerte, las cuales decían que sí seguía a favor de los indios mugrosos, en cualquier momento sería acribillado. De igual manera estaban de por medio nuestras familias.


Fue un mes de intranquilidad, pues salíamos a las calles con temor de ser asesinados. Cada segundo, cada minuto, cada día que pasaba era una pesadilla; un tormento vivir con miedo y angustia; a cada momento pensaba en mi familia. En lo particular era incómodo tener a una persona cuidándome las 24 horas, sin tener un momento de privacidad; además, en casa también teníamos personal de seguridad. En el caso de Andrés era la misma cuestión.

A pesar de esta angustia que nos carcomía por dentro, confiábamos en Dios y en que todo saldría bien. Tanto Andrés como yo éramos personas tenaces, ya que estábamos seguros de que solo eran simples amenazas y de que nadie iba a impedir que él cambiara el destino de México...

(Final)

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