domingo, 20 de noviembre de 2011

¿Hasta cuándo?

De todo por lo que había luchado ya no quedaba nada, solo cenizas y cicatrices. No estaba segura de poder superar todo lo acontecido. Me sentía derrotada, la batalla logró vencerme. Me sumergía en el abismo de la soledad… Gracias a Nizzaye logré salir nuevamente adelante.
 
El destino empezó a tener otro rumbo para nosotros (los indígenas), ya que el país estaba en crisis y su prioridad ya no eran los indios, sino la estabilidad de México, y los ciudadanos se habían hartado de ellos. No estaban dispuestos a que permanecieran un minuto más en sus casas. Las personas que se suicidaron y las otras que eran asesinadas fueron llevadas a un terreno baldío donde los quemaron a todos…

A los sobrevivientes los dejaron libres. Decidieron regresar a su pueblo natal para olvidar todo lo que sufrieron. Lo único que pudieron recuperar fue sus chozas. Una vez estando ahí el Gobierno les dio la oportunidad de trabajar en las siembras porque necesitaban de esas cosechas para su exportación y poder recuperarse de la crisis. Recibían cincuenta pesos cada tercer día. Era una miseria. No les alcanzaba para nada, si acaso para tortillas o frijoles. Los niños no asistían a la escuela, ayudaban en la siembra y en las labores domésticas. Así trataban de subsistir.

Nosotras también regresamos a la Sierra Juárez, ya que no teníamos nada más que hacer en este país. Sabíamos que sería algo difícil, pero el tiempo que estuve trabajando con Andrés, junté suficiente dinero, y con esto podríamos vivir cómodamente, por lo menos sin tantas carencias. Después de dos años me enamoré. Fueron ocho años de felicidad a lado de Yaba. Decidimos no tener hijos, ya que no queríamos que fueran discriminados. Por otra parte, él falleció a causa de un tumor en la cabeza…

Han pasado 40 años de aquella hecatombe. Aún lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Considero que esto nunca tendrá fin, ya que es lamentable ver cómo está discriminación hacia nosotros continúa, pues en pleno siglo XXI la pérdida de nuestra lengua es aceptada por muchos de los padres para evitar que sus hijos sean rechazados; principalmente los niños y jóvenes han perdido su habla materna para incorporarse rápidamente a estereotipos de vida que surgen de la imitación y de programas televisivos.

Nosotros somos un grupo importante de la migración hacia Estados Unidos y Canadá. Tenemos características muy distintas con respecto a nuestros paisanos mestizos y blancos. Aunque los estadounidenses nos llaman “latinos”, nosotros rechazamos que se nos ponga una etiqueta con la que no tenemos ningún vínculo racial. Nosotros argumentamos que estamos emparentados más bien con los propios estadounidenses y no con los mestizos y blancos latinoamericanos descendientes de países mediterráneos.

Ellos son participantes de nuestras fiestas y tradiciones en nuestros pueblos natales. No solo mandan remesas para construcción de viviendas, sino que también financian para las actividades comunitarias como el Tequio o fiestas religiosas; muchos de ellos regresan a México en fechas importantes y después vuelven a cruzar hacia Estados Unidos. Generalmente buscamos trabajos relacionados con actividades agrícolas, pesqueras o ganaderas, ya que es muy importante entender el lazo con la tierra y la naturaleza de nuestros pueblos mexicanos.

Algunos sufren burlas y rechazo de nuestros propios paisanos mexicanos que no son indígenas; muchas veces no logran compaginar con la forma de vida estadounidense o chicana y, a causa del desconocimiento de las leyes de este país han creado conflictos culturales, o de comportamiento como la venta o entrega de sus hijas a cambio de productos u objetos.

A pesar de que, después de la catástrofe, se generaron muchas instituciones que  protegen los derechos humanos de los pueblos indígenas. Aún persiste una educación racial en México del siglo XXI. Muchas comunidades indígenas siguen siendo víctimas de abusos e invasión de sus propiedades por otros mexicanos. Debido a la discriminación de la que somos objeto y al despojo de nuestras tierras por los rancheros apoyados por el Gobierno del estado de Baja California. Los kiliwas han hecho un pacto de muerte dentro de su comunidad; este pacto declara que ninguna mujer kiliwa traerá un hijo más al mundo. Acabando así con este pueblo y su sufrimiento para siempre. Qué triste es saber que países como Estados Unidos y Canadá acepten nuestras culturas, y un mexicano sea quien más nos rechace.

Es importante hacer hincapié en que “En tiempo de la guerra de la independencia de 1810 encabezada por el padre Hidalgo, somos los indígenas que más sangre dimos por la independencia y libertad de nuestra patria. Pero después de esa guerra de independencia y de libertad nosotros seguimos ocupando el mismo lugar de esclavos, de pobres, de humillados y olvidados. Se ignoraron la sangre de nuestros caídos y la existencia de los que sobrevivieron. Entonces no hubo libertad ni independencia de los indígenas, solo se cambiaron de amos y señor. Luego aconteció la revolución de 1910; también fuimos los indígenas y campesinos los que más sangre y vida dimos por tierra y libertad porque fueron nuestros hermanos (indígenas y campesinos) los que pelearon con valentía y heroísmo, sin temor a perder más que la propia vida. Pero después de esa revolución tampoco hubo tierra ni libertad para los indios. Nuevamente se olvidaron de nosotros”.

Sé que moriré sabiendo que tal vez nunca habrá igualdad para nosotros, pues ahora soy una anciana decrépita, sin fuerzas. Estoy postrada en esta cama sin poder moverme a causa de un golpe en la cadera, en respuesta a una caída que sufrí hace tres años. Las personas que me han cuidado todo este tiempo han sido mis ahijados (los hijos de Nizzaye). Ya no quiero sufrir más. Debido a la inmovilidad y a mi envejecimiento, mi piel se regenera más lento. La unión de células en la epidermis y la disminución del riego sanguíneo en la dermis provocan que salgan úlceras por presión (llagas). He decidido que me pongan la inyección letal porque este sufrimiento con el paso de los días se vuelve más atroz. Mis ahijados no están de acuerdo, pero es mi última decisión.

Ha llegado el momento. Hoy dejaré de sufrir y aquellos recuerdos de la catástrofe se sepultarán junto conmigo. Me han inyectado, poco a poco siento como voy perdiendo la respiración y el conocimiento.
(Final)

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